viernes, 30 de abril de 2010

Capítulo 4: "LA MUJER DE LOS JUEVES NO HABLA"

“LA MUJER DE LOS JUEVES NO HABLA”

No es momento de salir al balcón. A pesar de los 22 grados centígrados regulados por el calefactor láser, presiente el frío externo. Las puertas y las ventanas se agitan contra los respectivos marcos en medio de un gemido metálico que convoca a la melancolía.
El destemplado día no invita a pasear; menos aún, cuando el viento del sudeste amenaza convertirse en borrasca y el viejo medidor de mercurio indica cero grado.
Ve las manchas de óxido extendidas otra vez sobre las aristas superiores de la ventana .Sabe que ya resulta inútil el uso intenso del antiguo hipoclorito de potasio; tiene fijado en sus retinas la forma en que el cristal recupera durante unas horas la transparencia de su tono ligeramente púrpura, para luego -como siempre- cargarse otra vez con nuevos bastones del infame óxido que, como una grotesca mancha, terminarán adheridos a los invisibles poros del cristal.
Habrá que creerle a Ignacio, quien asegura que la responsable de ese estado de cosas debe buscarse en las malditas lluvias ácidas. Si hasta fijan la humedad sobre la piel como una pátina invisible, señor.
Martha, la inefable Martha, sugiere que hay que dejar que la naturaleza escriba sus propias páginas.
Mira hacia el mar. La mirada se extiende en abanico en dirección a los puntos Sudeste y Noroeste.
Con la vista a vuelo de pájaro sobre el área del puerto, ve los antiguos brazos de cemento semidestruidos y cubiertos por el agua; en la escollera Sur, apenas visible sobre las grandes piedras, el antiguo monumento a Cristo.
Voltea los ojos a su izquierda: la lonja gris ha vuelto a flotar como un gigantesco animal viscoso a lo largo de toda la costa. Tal como lo anunciara ayer su comunicadora virtual, la temible materia en descomposición se ha deslizado en medio de minúsculas explosiones químicas, hacia la zona de la antigua Perla, para raptar luego entre las calles que desembocan en la plaza de la abandonada catedral.
Sabe que el antiguo centro comercial, religioso y administrativo de la otrora orgullosa Perla del Atlántico, se ha convertido desde que el mar creciera, en una zona en ruinas, habitada sólo por marginales. Sabe también que esa mancha lechosa y maloliente suele instalarse durante unos días sobre el predio que se extiende desde la calle Libertad hasta la Avenida Independencia, y por ésta hasta Alberti; por Alberti bajando hacia Lamadrid, y por Lamadrid hacia la costa; todo, en medio de un vaho espeso y putrefacto que se enrosca en la mampostería de los edificios llenando de cicatrices blancas los troncos y las ramas de los desnudos árboles.
Menos mal que se halla alejado de ese escenario deprimente, en los altos de la ciudad. ¡Qué importa que algunos de sus amigos hayan bautizado con el nombre de La Sojera a su imponente mansión! Cierto que la casona es el producto de las excepcionales exportaciones de soja antes del desastre general; pero todo ha sido transparente por parte de su abuelo. Al menos con los negocios, la conciencia esta en paz.
Por entonces-en medio de la crisis terminal del Imperio anglosajón-, la Argentina comenzaba a agonizar como país. Antes aún que su propio padre-a la sazón Coronel del extinto ejército argentino- desapareciera sin dejar rastros después de la segunda guerra por la recuperación de las islas Malvinas.
Mariano de la Fuente Campos. Todo un nombre ligado a la vieja oligarquía vacuna. Herencia de familia que nunca quiso utilizar en provecho propio. Algo difícil de comprender para sus parientes de Buenos Aires que ya se habían conchabado con el poder de turno.
Pero mejor no pensar en esto ahora.
Recorre con la vista en abanico el amplio salón de la casona. Una valiosa colección de pinturas del manco Cándido López, adorna la estancia. Sabe que no corren peligro de deterioro; el calor seco del calefactor láser impide que se formen grumos en las paredes.
Observa el piso. Los dibujos de mármol le recuerdan los de la deslumbrante nave Central de la Catedral de San Pedro, cuando el tío Adolfito lo llevara de paseo, siendo Embajador de la Junta Grande ante la Santa Sede. El tío Adolfo Luis Alberto de la Fuente Campos, magnate de los medios; un anglófilo manifiesto que odiaba a Miguel Ángel y a Leonardo Da Vinci por igual. No es difícil recordar la detención en un punto preciso del recorrido, mientras el Adolfito apuntaba con el índice hacia las alturas edilicias. La imponencia de la cúpula de San Pedro se alzaba ante sus ojos y su asombro.
“Así como lo ves, esta maravilla edilicia fue obra de un oscuro arquitecto español contratado por el Papa de entonces. Pero el hombre cayó en desgracia por una cuestión de polleras que los servidores de Dios no podían aceptar. ¿Moraleja? Miguel Ángel firmó los planos y se quedó con toda la gloria. Estos italianos perezosos han inventado el Renacimiento. ¿Y qué es el Renacimiento? ¡La exaltación del ocio! La vagancia al servicio del arte. ¡Ah!, querido nieto... De no haber sido por Inglaterra y los anglosajones en general, el mundo aún estaría en la edad media...”
(Años después, reconoció que durante un tiempo, el pensamiento anglófilo de su abuelo no le molestaba; pero cuándo empezó a conocer un poco más la idiosincrasia del pueblo inglés se dio cuenta que su antiguo y fabuloso Imperio, había sido erigido, en lo político, a través de la explotación colonial y la perfidia diplomática, y en lo social, cimentado en una hipocresía solapada a la que daban el nombre eufemístico de flema británica.)
En fin, militares, eclesiásticos, diplomáticos y terratenientes, en un abanico de profesiones y de poder que habían esculpido la fachada familiar, moviéndose en un insólito arco político que supo cobijar a notorios chupacirios, enconados defensores de la 1420, cipayos de toda laya al servicio del imperialismo inglés a lo largo de los siglos 19 y 20, y hasta un tipo como su padre, el viejo Coronel enrolado en una guerra antiimperialista contra SMB. Sin embargo, esa increíble mixtura ideológica, había sabido abroquelarse, a la hora de hacer prevalecer los intereses familiares.
De pronto, siente deseos de salir a caminar por Alem, a la altura del campo de Golf.
Todo el tiempo ha tratado de no pensar en ella, pero se da cuenta que la química corporal continúa manteniendo activo el complejo universo de sus neuronas. Toma el CEL y apunta hacia el centro del salón. Surge al instante el holograma en el cual se destaca una mujer hermosa, vestida con una deslumbrante bata azul.
“-Quiero saber que pasa fuera.
Lo dice sin mirar la imagen.
“-Al instante, señor. Temperatura, 2 grados centígrados. Sensación térmica de 5 grados bajo cero por acción de viento del cuadrante sur sudoeste que sopla a 21 kilómetros a la hora. Los miasmas de la humedad absorben el 80% y el agua del mar está contaminada sobre la costa, en una proporción del 96%. Debido al compuesto radiactivo de la corriente se sugiere no aspirar las emanaciones. A su vez, desde el sudoeste, avanza un frente de tormenta eléctrica, desplazándose en zig-zag.
“-¿Anuncio de alguna ácida en el pronóstico?
“-Nubes con carga de nitrato se mueven velozmente desde el este. El servicio satelital informa que pasarán sobre el límite norte de la ciudad sin descarga líquida.
“-Está bien, está bien- ha quitado del armario las ropas de abrigo y comienza a ponerse las prendas-. ¿Qué tenemos en Buenos Aires?
“-Su ilustrísima, el Hermano Consejero, ha participado de una misa en la Catedral en acción de gracias. Dicha misa está en relación con la homilía que nuestro amado señor Jesucristo brindara a la gigantesca concentración nacional de pobres, reunidos en la antigua Plaza de Mayo durante la noche de la víspera. Al término de la divina homilía, la luz Universal rezó el salmo 136. ¿Quiere usted que se lo repita?
“-No, no; muchas gracias.
“-Una novedad, señor: Disponemos de nuevos ofrecimientos de sexo virtual bajo el lema: Microsoft atiende sus necesidades...
“-No me interesa.
“- ...eróticas. Pulse usted Sex Black, y la mejor selección de mujeres de todas las etnias negroides africanas, desfilarán ante usted para una mejor elección.
“-¡Dije que no me interesa!
Dónde estaría el maldito control. Elevará una queja a la compañía.
Desde que ha conocido a la misteriosa mujer de los jueves, entiende que sólo pensar en sexo e incluso en sexo virtual, sería parte de una traición imperdonable; más aún, a partir que Martha se instalara en la mansión.
Pulsa el botón reality information. Aparece un hombre ligeramente calvo. Vestido enteramente de negro, lleva impresa sobre la parte superior derecha, una cruz en rojo con la inscripción MRI; más abajo, se alcanza a leer: Microsoft Reality Information.

“-A mi espalda, vemos parte del complejo social U.S.S.O., el gigantesco predio construido por orden del Hermano Consejero, destinado a alojar a los desocupados de Santa Cecilia de Mar del Plata. Ayer por la noche estalló un violento motín promovido por delincuentes subversivos que lograron infiltrarse en este tranquilo escenario. Aparentemente, algunos sectores díscolos de la comunidad - sobre todo aquellos emparentados con bandas de desocupados juveniles -, hicieron causa común con estos indeseables sociales que pretenden restaurar al fracasado país de los argentinos. Estos confesos anticristianos, fueron prontamente reducidos por tropas de elite G.O.S. en colaboración con los habitantes decentes del complejo social. Según fuentes confiables, el Hermano Consejero habría enviado un mensaje especial ratificando la confianza en el mando militar del Complejo Social. Volveremos en unos minutos”.

Desliza el anular por el comando. Se calza el abrigo y los guantes, y sale a la calle. El viento parece un abanico de alfileres que se clava dolorosamente en la cara. Contra su voluntad, huele las emanaciones pútridas suspendidas en el aire.
Al internarse por Alem rumbo al cementerio de la Loma, se cruza con una patrulla GOS que hace un saludo con un guiño de luces. Respira aliviado; cada vez que se topa con una patrulla militar que no lo reconoce, no puede evitar el fastidioso trámite de que chequeen su tarjeta de A.D.N, con parálisis temporaria incluida.
Extrae de entre sus ropas el R.T.I y se da cuenta una vez más que el informe de meteorología no ha acertado. La sensación térmica ya ronda los 10 grados bajo cero y un intenso y húmedo frío se cuela a través de sus prendas de lana, filtrándose en los huesos.
Pulsa el aparato regulador de temperatura interna.
Como cada jueves de las últimas semanas -a una cuadra del campo de golf-, se detiene frente a uno de escasos locales comerciales de la zona.
En esta ocasión, le llama la atención el tono ligeramente ámbar de la vidriera. Al fijar su vista sobre la tarima, ve un par de muñecos caminando entre los diferentes objetos en exhibición.
Siempre se muestra encantado con las novedades que, supuestamente, ella introduce en la vidriera una vez a la semana. Ahora ha sido sorprendido por los pequeños robots de sexta generación importados en la década del 20; en este caso, adminículos tecnológicos representando a un hombre y una mujer ; de unos 70 centímetros de altura y vestidos a la usanza gauchesca, se desplazan moviendo los pies como diminutos seres cibernéticos. Cualquiera los podría confundir con auténticos enanos.
Vagamente, recuerda que en vida de su abuelo, éste le había hablado en cierta ocasión respecto a que los japoneses habrían logrado reproducir con los humanos, el incomparable arte del bonsái; claro que nunca se había podido probar semejante temeridad científica.
De pronto, observa como el hombrecillo se detiene girando la cabeza hacia la calle. Apenas unos segundos; no obstante, suficientes para sentir, literalmente, la mirada casi desafiante del extraño engendro. Ve también como éste mantiene firme la mirada, antes de introducirse en una finca de juguete: dos plantas de diseño primoroso-de unos dos metros de ancho por cinco de largo-, instalada sobre una de las paredes laterales del local.

Y entonces, aparece ella detrás del cristal: vestida con una falda larga tableada– a tono con la gama ámbar del salón- la bellísima y extraña mujer que los días jueves de cada semana surge detrás de la vidriera como una aparición virginal, lo mira en silencio; como siempre. Treinta, treinta y cinco años; alta, de cabellera rubia y ojos intensamente azules. Invariablemente, se muestra rígida como siempre, de pie y con los brazos cruzados; aún así, él lo siente como una rutina única y encantadora.
Jamás se han dicho una palabra.
Como siempre también, siente su mirada penetrante y turbadora. Inmutable, con cierta impronta glacial de viento helado, en esos ojos azulinos de reminiscencias nórdicas, presiente el insondable abismo de todos los sentidos.
Vieja escuela; romántica incurable; eterno femenino; híper timidez; arbitrarios pensamientos que durante las últimas semanas parecen sacarle filo a su mente, tratando de encontrar una explicación a la extraña conducta de la mujer.
¿Qué pretende acaso? ¿Qué ella de el primer paso? ¿Acaso que abra la puerta y lo invite a pasar? Tonterías. El tótem humano seguirá ahí sin moverse hasta el momento en que gire el cuerpo y comience a caminar hacia la calle. Es el séptimo jueves; la séptima semana que repite una impronta que amenaza asfixiarlo.
El caso es que algo tiene que hacer porque cada vez que embute su cuerpo en el video molecular, las células que secretan los compuestos químicos generados por la pasión-dopamina, fenilitilamina y vaya a saber que otra cosa- se agitan de manera incontrolable. Ridículo confesarlo pero por momentos, suele temer que una explosión en cadena acabe con toda la masa electroquímica de su cuerpo.
Algo tiene que hacer.
La pierna derecha se alza y da un paso en dirección a la puerta de entrada.
Como un rumiante psíquico, la cinta de las elucubraciones mentales se pone en marcha en algún rincón neuronal de su cerebro. Piensa. ¿Es un acto volitivo independiente o, por el contrario, se trata de una acción mancomunada, generada por un determinado cúmulo celular? ¿Libre albedrío, o maquinaria neurofisiológica predeterminada por la acción de su propio y gigantesco universo interior? No hay respuesta aún; tal vez nunca la haya. Intuye que a un secreto develado y blanqueado por la Ciencia, siempre sucederá uno nuevo. Abstracciones, pensamientos patológicos a mitad de camino entre una verdad revelada y otra oculta. Lo sabe; desde el hombre de Neardenthal hasta Aristóteles; desde el filósofo griego hasta el gigantesco cerebro electrónico universal. Todos los caminos conducen a Dios, y Dios pareciera conducirse hacia todos los caminos. Sabe también que las mitocondrias, las lisosomas, los plastidios y el aparato reticular de Golgi, no son solo parte de una simple ecuación biológica con nombre de célula.
Acciona el picaporte. La exquisita fragancia se instala en algún rincón del cerebro. Vivaldi ha impregnado el claroscuro del salón con música sacra. El “Gloria”, supone. No es un melómano. Pero qué importa. Cree que las blancas, negras, corcheas y semicorcheas de esa página barroca, son herramientas dadas por Dios a aquel creador portentoso, a efectos de que éste compusiera música en su honor.
Le parece percibir algo de pagano en el enrarecido aire.
Ella no se mueve. Apenas ha deslizado hacia la izquierda sus globos oculares.
“- Buenos días. Alguna vez tenía que juntar coraje y entrar.
La mujer de los jueves no habla.
“-Je... llevamos siete semanas viéndonos todos los jueves sin hablar...
Es inútil; ella se recluye en el silencio. Tal vez tenga que ir más a fondo, acentuar el coraje.
“-Desde que la conozco me siento reconciliado con la vida. Créame, ya no existen mujeres como usted. Su presencia es imponente. ¿Sabe? Usted habla sin hablar; se instala en uno como un inasible fantasma. Dios mío, me digo a veces, esta mujer me sigue a todas partes colgada a mis espaldas...
La mujer de los jueves no habla, pero el milagro se produce: ve como alarga el brazo derecho esperando ser tomada de la mano.
Inclina su cuerpo hacia delante; los dedos se enroscan en la mano que la siente como una frialdad marmórea, pero, a su vez, con una extraña conjunción sensual; pronto percibe el erotismo agazapado.
La sorpresa sella la boca. Camina aunque en realidad tenga la impresión de deslizarse silenciosamente sobre un invisible colchón de aire.
El salón se expande, luego se contrae; madera de caoba lustrada; alfombra persa con dibujos que remiten a las mil y una noches; los vitrales de iconografía religiosa, con Maytreya-el nuevo Jesucristo naif-, sosteniendo el símbolo de Microsoft en su mano derecha.
Abrupto giro hacia la derecha para desembocar delante de una escalera de nogal ligeramente curva.
.El espacioso ventanal que se muestra ante sus ojos es parte de un balcón terraza. Apenas unos segundos para ver los furiosos relámpagos que parecen estrellarse sobre la destruida escollera del puerto. Enseguida, la mujer de los jueves procede a cerrar la cortina de madera, y la habitación que se da de narices con la penumbra.
Cincuenta y pico de años; primera vez que pierde la iniciativa frente a una mujer. Mejor no hablar. No se atreve a mirarla a los ojos. ¿Podrá ser acaso un robot? Estos japoneses habían hecho cada cosa antes del holocausto... Pero no, no es posible. Escucha la respiración ligeramente entrecortada. Busca los ojos femeninos. El mármol parece contraerse. La tráquea se abre para liberar sus cuerdas vocales; como si leyera sus pensamientos, ella se lleva un dedo a los labios en clara advertencia de silencio.
Mejor no hablar. La ve que pulsa un pequeño botón rojo, parte de un supuesto equipo electrónico que lleva en su mano derecha. Ahora la habitación se ha transformado en un prado verde festoneado de flores azules, rojas y amarillas. Los perfumes florales, los de las gramillas y los húmedos efluvios del arroyo, se confunden con el intenso aroma a madera del cercano bosque. No es un dibujo; parece ser uno de esos paisajes naturales de los que tanto disfrutara de niño con el abuelo; sin duda, uno de los escasos hologramas que comercializara a precio de oro National Geografic. Agotados por supuesto.
Vivaldi languidece escaleras abajo. Junto con la irrupción del holograma, la sexta sinfonía de Beethoven vibra ahora entre el paisaje virtual, en medio de un sonido increíblemente puro.
Cierto que Esteban le ha conseguido algunos hologramas en el mercado negro de Buenos Aires. Pero este resulta abrumadoramente superior.
Algunas imágenes lo remiten al recuerdo de un antiguo viaje a Sierra de la Ventana. Estancia de la familia en Tornquist, cuándo el viejo país de los argentinos hacía agua por todos lados, poco antes que los convoy`s y otro tipo de gringos-víctimas todos del caos y la anarquía universal generalizada- comenzaran a instalarse en la Pampa húmeda.
Mejor no pensar en eso ahora. Con gusto le preguntaría a ella dónde ha obtenido semejante maravilla.
Encandilado por las imágenes, no se ha dado cuenta que la mujer de los jueves se ha marchado de la habitación.
El primer movimiento de La Pastoral es una invitación para el espíritu. Mejor caminar sobre el césped bajo sus pies. Mejor aún, desandar unos pasos hasta uno de los sauces en hilera, y comprobar in situ la textura holográfica de las finas hojas a las que puede-literalmente- tocar y sentir, gracias al revolucionario proceso de filmación molecular.
Por unos momentos, se olvida de ella y de las fantasías eróticas más extravagantes.
Un arroyo cristalino -oye el rumor del agua-, baja ligeramente de un recodo que se pierde en las lejanas cumbres. Sobre el cordón montañoso, una compacta formación nubosa se mueve velozmente. El viento, que inclina árboles y plantas de manera ostensible, ha hecho descender la temperatura dentro de la habitación. Sorprendente. No es posible. Alguien está tratando de imitar a Dios. Una realidad insertada sobre otra. Un mundo real clonado hasta el mínimo detalle podía ser recreado confundiendo la verosimilitud de los sentidos. ¿Sería la extraña mujer, parte del juego?
De pronto, algo rompe la armonía de los sentidos. La puerta del baño en suite se ha abierto. Una nueva fragancia rompe los miasmas del ambiente absorbiendo al resto de los aromas imperantes. El nuevo perfume altera mente y corazón. Irresistible. Combinación de sándalos y flores combinados con las mejores esencias artificiales. París sin duda. Pero París ha muerto. Al menos el París todo glamour, coto incomparable de aventuras principescas de bisabuelos y tíos bisabuelos.
París ya no es el paraíso cosmopolita de turistas insípidos dejándose llevar sobre un navío a través de la morosidad del Sena, o buscando las alturas del horrible adefesio de su torre emblemática; también ha muerto para los sibaritas e incluso para los amantes del arte (y del Louvre, claro), espantados, dicen, porque los grupos raciales y religiosos enfrentados por el control de la ciudad, se arrogan el derecho de administrar la pinacoteca señera.
Sabe que París se ha convertido en un gigantesco burdel, disputado por bandas facinerosas, enfrentadas a su vez, con grupos activos de cristianos y musulmanes.
¿Dónde obtiene la misteriosa mujer ese perfume, entonces? ¿Cómo se ha metido en semejante mansión sin tomar los recaudos mínimos? ¿Y si fuere casada? Sin duda es la mansión de algún pez gordo. ¿Pero como había sido tan estúpido y confiado? Más le valdría que Esteban no se enterase; estaba harto de sus recomendaciones con respecto a la seguridad.
“-Hola... No quiero que hables. Sólo mira y escucha.
Busca a esa otra mujer de la voz, tratando de auscultar en el paisaje holográfico, la realidad viva de la que forma parte.
Repentinamente, a lo largo y ancho de la pared izquierda -en medio de un ruido a papel estrujado -, el holograma muta a clásica imagen cinematográfica. Precisos instantes en los que, sobre la pared en la cuál se apoya el respaldo de la enorme cama, ve la figura de la mujer de la voz, traduciendo automáticamente las letras impresas sobre un antiquísimo DVD de comienzos de siglo: the kamasutra book World. Indian authentic history.

No hace falta la traducción. ¿Pero que es lo que pasa? ¿Dónde se habrá metido la mujer de los jueves que no habla? Tal vez todo es una trampa. Mejor irse.
Oye un clic seco. Voltea la cabeza. La puerta de la habitación está cerrada. No recuerda haberlo hecho. ¿O tal vez fue ella que la cerró sin darse cuenta? No, no es posible; ella lo precedía.
No debiera preocuparse. Es rara, claro. Pero previsible; el holograma que recrea el que fuere el Sur argentino sólo es parte de un juego exquisitamente armonioso. Serenar el espíritu; bajar la adrenalina visceral... ¿Por qué entonces el universo celular que conforma el corazón, se altera? Y con respecto al clic onomatopéyico, ¿cómo estar seguro de que se trata de la cerradura de la puerta? ¿No habrá sido una confusión? ¿Tal vez el viento que zamarrea las ventanas y puertas del ala opuesta de la mansión? ¿Ella que ha ingresado en el baño y a la que se le ha caído algo?
Voltearse de pronto y de una zancada caer sobre la puerta para cerciorarse si está trabada le parece una actitud casi irreverente. ¿Que podría pensar ella? ¿Qué clase de hombre traje aquí? Tonterías. Mejor concentrarse en las próximas imágenes de sexo explícito del milenario Kamasutra, y prestar atención a la voz en off.
“Este destacado yogui asegura que el mal de Occidente tiene raíces de índole sexual. Que detrás del fermento materialista y consumista atado a continuos y nuevos deseos posesivos, el mal existencial se agranda. ¿Por qué? Porque los occidentales no saben hacer el amor. Porque hacer el amor no es entregarse a prácticas sexuales constantes y consecutivas; hacer el amor no es sólo parte de los orgasmos compartidos ni tampoco lo es la pretendida libertad de conciencia para no fijar límite alguno en las relaciones a través de fellatios, sodomías o cómplices juegos sadomasoquistas; nada sirve en Occidente porque el origen hebreo del cristianismo, le ha puesto al sexo el sello del pecado. Dios no ha sido interpretado porque la divinidad le ha dado al hombre el sexo como camino de liberación y purificación del alma; entonces, ¿como ser libre, cuándo se hace el amor con el síntoma inequívoco del pecado?”
¿Pero adónde ha venido a parar? El hombre bonsái de la tecnología japonesa, la mujer muda; la imponente mansión, el holograma sobre la perdida naturaleza, y ahora este alegato en favor del amor...
El largo prólogo filosófico continúa. “...igual suerte conllevan las prácticas homosexuales o lésbicas, asumidas en nombre de otra falsa libertad; lo prueba el hecho irrefutable de que aquellos que se someten a estas variantes sexuales, no gozan de buena salud espiritual; por el contrario, la desdicha, la angustia permanente de sentirse marginados socialmente, y una soledad muchas veces no asumida, están ligados a una permanente escisión del inconsciente, a una carga atávica milenaria fijada de manera indestructible en sus códigos genéticos. Lo que Occidente ignora es que el aparato genital se sirve del sexo para procrear, pero el sexo es mucho más que una semilla a fecundar; el sexo es una inmanente materia del espíritu que permite al hombre participar de la armonía integradora del cosmos. Parte de los asesinatos, latrocinios, robos, guerras, egoísmos y vacíos interiores que conforman el patrimonio activo del hombre occidental, tienen directa relación con una vida sexual que lleva el estigma de la culpa y el pecado. No puede haber sexo sin amor ni amor sin sexo; pero entre ambos, es necesaria la participación activa del alma. Como dice Mahabharata: el alma es una cosa que la espada no puede herir, que el fuego no puede consumir, que el agua no puede macerar, y que el viento no puede secar.”
Repentinamente, la película erótica queda en suspenso; el silencio parece implosionar la sala.
Ella ha vuelto. Sabe que está detrás porque el perfume parece una sonda aromática suspendida justo encima de su cabeza. El video del Kamasutra se ha esfumado; también el holograma con la Pastoral, reemplazado por un fragmento de música sacra. Lo reconoce enseguida: es el Introitos, del Réquiem de Mozart.
Ahora la imponente estancia parece un cuadro de Caravaggio.
Se da vuelta. La mujer lo mira en silencio. Lencería negra vaporosa; cabellera rubia cayendo sobre el busto; pañuelo negro de seda transparente que ella desliza entre las manos como parte de un lúdico ejercicio erótico.
A un metro de distancia, tiene la impresión de estar frente a un geiser cargado de perfume. No va a perder la oportunidad de arrancarle una palabra.
“-¿Podría compartir tu historia a través del privilegio de tu voz?
Después del último vocablo, comprende que acaba de decir una frase estúpida y vulgar. En silencio, ella lo toma de la mano y lo conduce hacia la cama.
Satanás profanó a la mujer y se hizo carne en ella para levantar el corazón del hombre contra Dios. No sabe porque su cerebro ha sido buscado por el texto sagrado; pero se da cuenta que hay algo de maldición bíblica mientras observa las formas femeninas lujuriosas.
No obstante, ciertos temores mantienen sujetos algunos resortes de su libido: el misterioso clic trabando la cerradura de la puerta; la supuesta condición de casada de la dueña de casa; una aventura amorosa sin la exculpación sacrosanta de la palabra y todo con una aparente mujer, dado que ni siquiera sabe fehacientemente si es verdaderamente una mujer. Mal momento para recordar que antes del desastre, en plena adolescencia, se aseguraba que los japoneses- que nunca habían olvidado Hiroshima y Nagasaki-, habrían logrado clonar un pequeño ejército de elite, compuesto por geishas con un software bélico minuciosamente preparado. También se decía, que contaba con una logística meticulosa, y que las damas del pecado habrían tenido como propósito excluyente, infiltrarse entre los más notorios dirigentes norteamericanos. Claro que para ese entonces sobrevino el holocausto, y nunca se supo que había sucedido.
¿Y si después de todo, esta supuesta mujer no era mujer?
Como un holograma parido por el temor, Esteban se instala frente a él recriminándole su falta de previsión. No olvides que estamos en guerra, padre, le dice su hijo debajo del uniforme de poliéster tipo Star Wars. Tienes que tomar conciencia que los subversivos cuentan en tu ciudad con la colaboración de personas con poder económico; y que ese tal Jorge Paradela, convertido en Jefe de los subversivos en la zona, es un consumado experto en cibernética. Cuando el traidor ése trabajaba para nosotros, era capaz de poner en marcha todo tipo de chatarra robótica... Y además...
Pero el holograma mental se esfuma repentinamente; ha visto a través de la seda vaporosa, el prodigioso culo femenino. No el trasero; no el lugar dónde la espalda termina. Nada de eufemismos. Un buen culo tenía que ser nombrado por lo que era: la parte anatómica femenina que solía hacer volar la cabeza de los hombres.
Por de pronto, la supuesta mujer juega a la perfección el papel: siempre en silencio y en un gesto de refinada precisión, se ha dejado caer sobre la cama tensando al máximo las cuerdas de la seducción. Dinero, poder, lujuria, el trípode de la perdición del hombre, piensa; las puertas brillantes, la antesala al paraíso de los sentidos, cuya llave maestra le fuera legada a la mujer. De tener que elegir entre alguno de los tres, no tiene dudas que sus propias vísceras optarían por la lujuria y la concupiscencia; el sexo, el maldito sexo que había hecho del hombre la víctima propicia del pecado de la carne. Por eso sabe que ahora no podrá retroceder. Demasiado tarde. Ni siquiera le importa si ella es al fin un artilugio de la robótica o una de esas geishas clonadas por los ceremoniosos japoneses. Su perezosa libido ha despertado de golpe entre sus piernas y sólo piensa en penetrar a ese animal sexual llamado mujer, que tanto desprecia.
Pero el prometido encanto erótico, se esfuma repentinamente.
Sobre el respaldo de la cama, se ha prendido una luz roja que titila sostenida por un agudo chirrido. Es todo tan sorpresivo, que ni siquiera alcanza a captar el momento en que ella -: mujer, robot, clon o lo que fuere -, desaparece de su vista.
Por un acto reflejo, observa la luz roja que parpadea incontrolable.
Sólo entonces toma conciencia de su desnudez. Instintivamente, gira su cuello a diestro y siniestro y luego es el tronco que hace un giro de 360 grados. No hay ser humano a la vista. La otra realidad arroja ramalazos de viento sobre el empañado ventanal. ¿Pero dónde se habrá metido la mujer? ¿Y porque se habría ido? ¿Qué significado podría tener esa luz roja que emite brillantes destellos sobre sus ojos?
Mejor vestirse rápido y salir urgente de la casona.

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Ignora cuánto hace que permanece recostado sobre la camilla. De manera confusa, la memoria dibuja hologramas mentales ambiguos en los cuáles aparece la mujer de los jueves, dos o tres hombres de inquietante aspecto persiguiéndole por los distintos ambientes de la casona, y algunos de los seres diminutos que había visto sobre la vidriera del local.
Dopado. La palabra se instala insidiosa en el cerebro. Imagina que alguien le ha suministrado un narcótico que lo ha dormido vaya a saber durante cuánto tiempo. Eso sí, por más que se esfuerza en recordar, no sabe como llegó a ese lugar.
Intenta descorrer el velo. El salón se le antoja grande, húmedo, y con un fuerte olor a sustancias químicas o medicinales.
Poco a poco, los objetos comienzan a recuperar las formas originales en sus retinas. Siente la presión de los aros de las esposas sobre sus muñecas. Ha sido una trampa. Un engaño bien planeado. El cebo ha sido la mujer enigmática que miraba hacia la calle. Se lo tiene merecido por estúpido. Seguramente quienes lo planificaron saben que es un ex empresario rural importante, y querrán sacarle dinero y valores.
Un robo bien preparado. Y bueno...habrá que saber perder. Les dará todo lo que quieran. Después, lo llamará a Esteban, y todos estos estúpidos verán entonces con quién se enfrentan. Sabe que sólo es cuestión de tiempo; su hijo le ha puesto una custodia personal con seguimiento satelital. Ya deben estar tras sus pasos. Claro que antes tendrá que abandonar la pesadilla en la que se encuentra. Ahora es el momento de poner en práctica las viejas enseñanzas del scoutismo: serenidad, equilibrio y pensamientos lúcidos.
Frente a él, ve un hombre acostado sobre una especie de camilla de operaciones, con las manos y los pies sujetos a un aparejo de acero amarrado al cielorraso. No quiere mirar pero mira. Piensa. ¿Cómo habrá ido a parar ese hombre allí? Para robarle no ha sido. ¿De qué lo habrían operado? ¿Y quiénes? Fija su vista en el desconocido con detenimiento. No observa signos de violencia. Varios tubos de oxígeno; una caja con instrumentos quirúrgicos y un panel de luz intensiva láser, similar a las que suelen usarse en operaciones complejas.
¿Pero entonces han instalado en la casona un quirófano? ¿Pero con qué objetivo?
Siente la presión de la adrenalina. Hay que contar y no pensar. Serenidad, equilibrio y pensamientos lúcidos.
A través del cristal azogado que se encuentra a su izquierda, distingue claramente las aguas fermentadas del océano y la bruma que serpentea a lo largo de la costa. Hacia el puerto, la niebla es un telón de fondo blancuzco que cubre a la nueva y a la vieja escollera. Sobre su derecha -y también a través de otro panel de cristal azogado- la amplia estancia del negocio, con una variada gama de color ámbar. Una figura humana domina la escena. De pie, plantada sobre el mármol blanco, la mujer de los jueves. Vestida con una falda larga, la bellísima y extraña mujer que los días jueves de cada semana surge detrás de la vidriera como una aparición virginal, mira en silencio hacia la calle, como siempre.
No se sorprende. Casi hubiera apostado a todo o nada que la volvería a ver oficiando de señuelo. Ya sabrá ella también con quien se ha metido.
Serenidad, equilibrio y pensamientos lúcidos.
Pero sí, no hay problema; tengo la caja de seguridad en mi casa. Si me acompañan les daré todo lo que tengo. Exactamente eso les dirá en el momento que los ladrones se presenten a reclamar el botín.
Lo peor de todo será el largo sermón de Esteban -insufrible casi desde que fuera ascendido a Centurión Mayor del GOS-; las reiteradas referencias a la subversión del E.R.A y al cuidado que debe tener con ese tal Paradela, el presunto líder de una de las bandas subversivas. Pero mejor no pensar en eso ahora.
Una enorme mesa rectangular de madera domina el centro del amplio salón. Sobre la misma, y dispuestas en hilera, ve una serie de cajas similares a pequeños ataúdes: madera pintada de blanco con detalles de fina ebanistería, todas con las leyendas: Beings liliputenses of the Argentinean pampas. Human real in miniature! He/she makes all the tasks of the home. Instructions for their use (*)
Serenidad, equilibrio y pensamientos lúcidos.
Automáticamente, recuerda al pequeño hombrecillo que lo había mirado intensamente antes de penetrar en el local.
Las terminales de las esposas han sido encajadas sobre un caño que corre en forma perpendicular a la amplia nave.
Se desplaza hacia su izquierda, sintiendo los nudos de metal sobre la espalda y la columna vertebral. En dos de las pequeñas cajas distingue a los hombrecillos vestidos con un traje de gaucho blanco y pañuelo celeste al cuello. La otra caja se encuentra vacía. ¿Pero dónde conseguirían estos tipos semejantes seres? De acuerdo al rótulo, no cabe la menor duda de que eran enviados a algún lugar en el exterior para cumplir tareas de asistentes hogareños. Caprichos de amas de casa acaudaladas. No puede imaginar otra cosa.
De pronto, un movimiento involuntario le hace arquear el cuerpo hacia atrás. Subrepticiamente, el miedo, al que ha logrado dominar durante largos minutos, se ha instalado con un pequeño escozor subiendo por su pierna izquierda hasta el centro cavernoso del corazón. Serenidad, equilibrio y pensamientos lúcidos. Bajo ninguna circunstancia puede aceptar la alocada idea de que el cuerpo del hombre que se halla tendido en la camilla, se ha empezado a contraer en forma espasmódica.
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(*) Seres liliputienses de las pampas argentinas. ¡Humanos reales en miniatura! Realizan todas las tareas del hogar. Instrucciones para su uso.
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sábado, 24 de abril de 2010

Capítulo 2 "ORDEN DE MATAR"

· ORDEN DE MATAR


La orden de Jorge no admite discusiones: Matar a Mariano.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
Millones de neuronas concentradas de pronto en trece letras confabuladas con una de las aristas trágicas de la existencia. Trece letras que marcan la diferencia entre la vida y la muerte.
Matar a Mariano; el latiguillo verbal se incrusta en su cerebro, convertido de pronto en un estropicio neuronal que dispara y confunde el orden de las emociones. Matar. Matar. Imposible sustraerse a la angustia que la desborda. Todo ha salido mal; revolucionariamente mal. Mal para la estrategia elaborada por Jorge; mal respecto al proyecto de convertir a Mariano en una cuña de la causa a fin de insertarla en el corazón mismo del Estado clerical y represor; mal para ella; mal para el presente sentimental con ese hombre que siente amar, convertido de pronto en un enemigo al que Jorge le ordena eliminar.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
Necesita darse una tregua. Lograr que la ternura instale al menos durante un minuto, la calidez de los mejores recuerdos. Un minuto. Un solo minuto de tregua. Dejar que cada uno de los momentos de amor sublime gire en el ilimitado espacio de su conciencia, como una galaxia en espiral, única e irrepetible; luminosa y potente.
Volver a escuchar en silencio cada una de las afectuosas palabras de Mariano (castigado como ella por una suma de fracasos sentimentales) ahora que los corazones de ambos se han rebelado, hartos de sentirlos como piedras angulares encajadas sobre torres sin cimientos.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
También necesita de un bálsamo mental. Recordar el momento preciso en que el arcano grito de su primer orgasmo le partiera la garganta, en una mezcla de nuevo y sublime goce de los sentidos, lejos de los rencorosos reclamos de su pasada vida.
Amor nuevo y misterioso; amor no esclavizado al falso amor de los genitales que habían signado sus amorosas relaciones de antaño.
Sentirse mujer en los besos y las caricias de este hombre, que -después del coito-, jamás voltea la cabeza sobre la almohada para no caer bajo el peso indignante de esa horrible languidez que suele aflorar en los orgasmos masculinos.
Con él, siente que no es el amor del macho y la hembra. Es el amor del hombre y la mujer, la música de todas las músicas. Tener la impresión viva de que el alma sale desnuda de paseo; creer incluso de que Dios no es sólo la idea alimentada por nuestro desconsuelo frente a la muerte; amor en fin, capaz de borrar por sí mismo la más abyecta de las conductas, como si ese único y portentoso acto, pudiera erguir definitivamente a la humana criatura.
Ahora deja que su imaginación la conecte una y otra vez con el encuentro vía éter con Jorge: voz e imagen; allí esta la cara de su jefe, retratada en vivo en el pequeño óvalo de su polvera. “Me ha vendido, Marta. Su maldito hijo sabe ahora fehacientemente de mi paradero en Mar del Plata y sabe también de nuestro cuartel general en Sierra de los Padres. El hijo de puta me vendió. Yo fui un estúpido al creer que podría ingresar en nuestra causa. Pero ya ves, Mariano está impregnado, contaminado por varias generaciones de terratenientes para quienes la Argentina no representaba más que un enorme rebaño de vacas lecheras y toneladas de granos de soja. Los sojeros hijosdemilputa, descendientes de aquellos antepasados que dilapidaron la plata en París, los mismos que hicieron un paradigma de bienestar del dicho “tirando manteca al techo”; luego, los nietos y bisnietos, y los hijos de éstos, que terminaron por llevarse la guita a Suiza o a los apátridas paraísos fiscales. ¿La deuda externa? Bien. ¡Que se cagen los argentinos! Y vos sabés que no hablo de los pequeños o medianos propietarios que sí reinvertían sus riquezas en el campo. Hablo de esos mal paridos antepasados de Mariano, que tapaban con el poder del dinero un complejo de nacionalidad que jamás se atrevieron a asumir como propio. Ellos se llenaban la boca con aquello de este es un país de mierda para referirse a nuestra patria. Y de tal palo, tal astilla, querida. El Mariano ése es otro hijo de puta como todos sus antepasados. Ya sabes qué es lo que tenés que hacer”.
Hora de cosechar esta impronta amarga y dolorosa; en parte piensa, por no atreverse a blanquear con Jorge las ataduras viscerales que la ligan con Mariano.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
Merecido. Se lo merece por idiota. Sintonía fina con el día de ayer, martes trece, exactamente a las trece horas, cuándo -vaya uno a saber por qué arcanas confabulaciones esotéricas relacionadas con el maldito número trece- ella conectó su SCP con Jorge. En aquel momento, con sus codos apoyados sobre la baranda del balcón, se había puesto a pensar en su presente, aprovechando que Mariano había salido a caminar luego de un pesado almuerzo.
Momentos de retomar las pasadas imágenes -avanzar un cuadro, delante del fatídico vos sabes que tenés que hacer -, en el exacto instante en que la voz airada de Jorge vomitaba con rencor: “¡Ahora es un enemigo para nosotros!”
Después la estúpida pregunta: ¿vos estás seguro, Jorge?, disparada por obra de una insoportable angustia, pero sabiendo de antemano que la misma formaba parte del manual de las perogrulladas.
A Jorge Paradela- ella lo sabía muy bien- le cabían críticas en lo personal, o incluso en cuestiones de orden revolucionario, pero jamás se le podría poner en duda un hecho relacionado con la informática y la cibernética, temas en los que era un consumado e indiscutible experto; y sí él aseguraba que había interceptado la comunicación de denuncia de Mariano a su hijo Esteban, no cabía admitir duda alguna; además, duda que resultaba doblemente ridícula, habida cuenta que el propio Mariano le había confesado el motivo de su decisión final.
El heredero de tantos establecimientos de la Pampa húmeda había sido claro y terminante. Nada haría mella en su inveterado escepticismo. Ni se dejaría arrastrar por la fascista actitud de su hijo, ni tampoco lo haría siguiendo los planes utópicos de un loco soñador como Jorge. ¿A quién se le ocurre pretender restaurar el fracasado país de los argentinos -le había dicho en medio de una risotada. Pero aún hubo más: “Es posible que mi actitud resuma un descarado cinismo, Marta. Me tiene sin cuidado. Tengo derecho a ser consecuente con mis propias ideas. Claro que a la hora de definirme, me incliné hacia mi hijo sólo por una cuestión de deber moral. Y lo hago pese a que él siempre rechazó mis intentos de establecer entre nosotros, lazos afectivos y perdurables. Sé que no he sido para mi hijo más que un padre biológico. Lástima. No pudo ser; la madre se encargó de atizar con brasas el maldito rencor, y yo no puedo culparlo. Pero así son las cosas. Esta es mi conclusión: Jorge y Esteban son dos grandes predadores disputándose el dominio del mismo coto de caza. Se me hace que la muerte de uno será inevitable, y yo no quiero cargar en mi mochila con la muerte de mi hijo, más allá de mi propio y fastidioso resentimiento personal.”
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
Mientras tanto, un pequeño holograma con música de Beethoven- más precisamente el Allegro ma non troppo, un poco maestoso de su quinta sinfonía- genera angustias existenciales desde un rincón de la sala.
Matar. La palabra se instala otra vez en su cabeza y parece descender por una inasible soga hasta el vértice mismo de su estómago. Matar. ¿Cuántas muertes cuelgan de su espalda? ¿Cuántos muertos anónimos le han hecho reclamos de conciencia? Ninguno. El enemigo muerto no tiene rostro visible y por aquello de ojos que no ven..., nadie ha venido a reclamar en los ocultos resortes de su conciencia. Pero ahora Jorge le pide algo que jamás antes se viera obligada a hacer, porque una cosa es empuñar un arma para defender la propia vida, y otra muy distinta matar sabiendo que cometería un asesinato.
Claro que es consciente de que la acción revolucionaria no admite disquisiciones morales de ningún tipo; por eso, al igual que el resto de los activistas, se halla convenientemente adoctrinada y lista para llevar a cabo cualquier crimen en el sagrado nombre de la causa.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
No puede evitar sentirse sometida a la dictatorial secuencia de imágenes que sus neuronas se empeñan en generar, ajenas y rebeldes a los otros dictados de su propia voluntad, tratando inútilmente de poner su mente en blanco; ni siquiera son suficientes las fusas y corcheas o las negras y las blancas, que la genialidad del sordo atormentado hace gemir desde el equipo holográfico. Nada parece posible para evitarle el pesado reclamo de su angustia. Nada. Todo resulta inútil en pos de sustraerse al sino de la palabra matar y los derivados existenciales de la misma.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
Sólo es cuestión de aceptar la orden de Jorge de manera aséptica. Hay que tomar el arma, el pequeño cilindro con el proyectil desintegrador de moléculas, y en menos de diezmilésimas de segundo, la punta de silicio habrá de penetrar la carne, generando un orificio violáceo de 2,2 milímetros de diámetro; al instante, toda la estructura molecular del homo- sapiens, comenzará a arder en medio de un insoportable hedor a carne chamuscada. Agonía horrible. El cerebro resistirá durante algo menos de un minuto-o acaso aún menos si el pobre condenado resulta víctima de un ataque cardíaco a instancias del terror generalizado-, antes que el carbono encendido trepe por su cuello y su cara.
Claro que si una quiere evitarle al enemigo una muerte sólo apta para espíritus sádicos y morbosos, entonces se puede apuntar directo a la cabeza y la muerte sobrevendrá instantáneamente: al chocar contra el hueso del cráneo, la punta de silicio del proyectil estallará en millares de pequeños fragmentos, convirtiendo al cerebro en una tea azul ardiente.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
Escenas observadas una y otra vez durante el curso de adoctrinamiento anti-subversivo en América del Sur. Material fílmico perteneciente a la D.E.A y a la C.I.A, en la época que el Imperio desatara una guerra abierta en contra de la guerrilla y los carteles de la droga colombiana. Tiro al blanco contra prisioneros indefensos sólo para probar el mortífero poder de la nueva arma. Antes del conflicto generalizado en el patio trasero de los mal llamados americanos. La excusa hipócrita se fundamentaba en que el uso del agua era una cuestión “moral, parte insoslayable del patrimonio de la humanidad”. Antes que la yitzá o guerra santa se extendiera a lo largo y ancho del planeta; antes, en fin, de las guerras atómicas de pobres contra pobres, y antes aún que los gigantescos desastres climatológicos condujeran al mundo al holocausto generalizado.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
El corazón ha dejado de ser la oculta y maravillosa máquina que bombea sangre a un ritmo de 60 o 70 pulsaciones por minuto. De pronto se ha convertido en un maldito martillo automático que horada el asfalto de su carne, abriendo un profundo corredor de angustia en el medio de sus hemisferios cerebrales.
Siente que tiene que escapar, huir escaleras abajo a través de los resortes helicoidales de su propio A.D.N; pero la angustia se ha aliado con el miedo y entonces las moléculas giran en loco torbellino empujándolas hacia arriba, hasta el núcleo exacto de su Sistema Nervioso Central, el esperma de ideas y sentimientos que se siente que amenazado por el sagrado software de su propia existencia.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
El amor ha fracasado sobre la faz de la tierra. La maldita solidaridad humana no es más que una entelequia gramatical que no ha podido perforar el corazón del hombre. El mal ha triunfado, y ahora estábamos pagando las derivaciones de un asesinato bíblico de previsibles consecuencias: Caín había “matado” en el asesinato de su hermano, al futuro de la propia y maldita raza humana, prueba irrefutable de que Dios había tenido una fatal e infinitesimal fracción de distracción, en el momento de crear nuestro primigenio código genético.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
Un rayo de luz sacude como un espasmo los rincones más ocultos de su intelecto. Y de pronto, la verdad, la verdad suprema puesta a su disposición como un oráculo íntimo y privado: el amor entre un hombre y una mujer es la quintaesencia del egoísmo y el paraíso de los sentidos. La pasión engendrada por el crisol químico de las vísceras, impone la verdad de los instintos desatados. Todo sucumbe bajo el incendio de la carne. Emocionalmente bello y digno de ser vivido.
Ha descubierto que el amor pasional no es más que el inconfesado propósito de autosatisfacer todos los sentidos, en una loca carrera hacia ninguna parte, tratando de escapar al humano y generalizado terror generado por la muerte. Pero que aún así- pese a tantas falencias- el amor entre un hombre y una mujer continuaba siendo lo único que revestía de sentido a la existencia; a la puerca y miserable existencia. Pues bien, nadie ni nada la privarían de ese don que jamás es perdurable. Momentos mágicos para escuchar en silencio la oralidad silenciosa de su propio pensamiento: Ahí lo tienes; es tu parte, el pequeño y único botín que puedes llevarte en esta limitada vida. No lo dejes escapar.
Escucha, siente cada una de las palabras de ese mensaje, en loco carreteo en las profundidades de su cavidad craneana.
Mariano es egoísta. Ella es egoísta. Él es parte de una antigua familia de terratenientes de la Pampa húmeda; ella es una mujer que ha abrazado una causa revolucionaria. Vinagre y aceite. Sin embargo, se ha producido el mágico clic que ha encendido cada una de las neuronas que conforman la suma electroquímica de la libido sexual, y el milagro del amor ha tomado todo su cuerpo-desde la punta de sus pies hasta el último de sus cabellos- en una mágica conjunción de sensualidad abierta y erotismo desenfrenado.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
No. Nadie la privará de la sublimación de los sentidos; de los compartidos versos de Witman; de la dulzura verbal de un hombre solitario reencontrado consigo mismo, y nadie ni nada le arrebatarán el goce de la música sacra: -Victoria, Palestina, Bach- que acompaña la religiosidad de sus nuevos y mágicos orgasmos.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.
Matará sí, pero lo hará primero con Jorge, condenándolo al ostracismo del olvido. Luego matará la maldita causa, convertida ahora en su enemiga irreconciliable, y por último, le cerrará el paso a su viejo compromiso con la muerte.
Pensar y registrar. Registrar y pensar.

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viernes, 16 de abril de 2010

"LA SENTENCIA SERÁ CUMPLIDA"

Estimado José Luis: para tí que querías tener directa información sobre la novela y para los amigos comunes que componen los espacios culturales de Facebook, este relato es un capítulo "flotante". Si alguna vez se edita esta novela negra política, dicho capítulo deberá ir adosado en la contratapa del libro, con las hojas "sueltas"; el lector tendrá la decisión soberana de decidir el momento de su lectura. En este caso, el protagonista es un mercenario al servicio de un gobierno clerical(restos de lo que fuera el Vaticano) en una Argentina que no existe como país, luego de una guerra entre USA y los Estados de América del Sur por el control del segundo reservorio de agua dulce del mundo: el acuífero guaraní.
Espíritus hipersensibles, abstenerse de la lectura.
Vuestro apoyo( no hablo de loas; hablo de lecturas) será muy importante para mí.
Muchas gracias amigos!




Capítulo flotante: “La sentencia será cumplida”




“Creo que la cosa más misericordiosa del mundo es la inhabilidad de la mente humana de conectar todos sus contenidos... pero algún día la conexión de conocimientos dispersos abrirá vistas de la realidad tan horroríficas que, o nos volveremos dementes por la revelación o huiremos de la luz mortífera a la paz y seguridad de una nueva edad oscura.”

“Los mitos de Cthulhu”
H. P. Lovecraft




“No tenga dudas de que cumpliré con la sentencia, padre. Orden directa del cura gordo. De todos modos, me importa un carajo el deseo del hombre de la iglesia; lo haré porque me lo pidió Groissman y al ruso no puedo defraudarlo.
Él sabe que no me importan los lazos de sangre. Después de todo, apenas un medio hermano, un bastardo como parte de una aventura extramatrimonial. ¿O no, padre?
Casi cuatro décadas sin vernos.
Un hermanastro sólo presente en forma esporádica en la memoria. Imágenes-siempre, siempre- de un episodio en Tandil: como olvidar, padre, la sorpresiva tormenta sobre el lago artificial, cuando, casi por milagro, usted-mi padre gringo- aceptase a último momento participar en aquella excursión de pesca dominguera.

(Un puñado de retratos mentales a modo de esbozo cinematográfico, cuyo epicentro giraba en torno al hombre de Nebraska; fumando en pipa, o frente al lago cargado de escarcha; eso sí, sintiendo los tres la presencia desagradable de las decenas de famélicos que pululaban por la orilla buscando restos de comida.
Pero también reclamaban su parte en los recuerdos, las gotas de la tormenta ácida que parecían miles de alfileres lanzados sobre la cara; las manos agarrotadas de frío, observando con un dejo de angustia el rostro siempre triste, particularmente triste, de ese hermanastro que jamás fuera reconocido por su padre.
Pero no es hora de consideraciones. Nunca las hubo ni las habrá.)

“Cumpliré con la sentencia, y lo lamento, padre.
Ya le dije que no me importan los lazos de sangre. Después de todo, tampoco le importaron a usted.
“Father: in the school they say that Jorge is my brother. That the mother is in Buenos Aires interned in a Hospital and that vos takes charge of paying all the expenses...” (1)
¿Lo recuerda, padre? ¿Recuerda su estúpida costumbre de no permitirnos hablar en castellano, a mí y a mi madre?

(Cierto. En todo caso, a modo de concesión, el hombre de Nebraska – y de manera excluyente- solía mechar algunas palabras de español que tanto le costaban traducir.
Demasiada dureza en los gestos ; tanta, que la mirada solía dar respuesta a cualquier capítulo de dudas, como aquella en que se rozaba el problema del hermano no blanqueado, por ejemplo; pero además, poniéndole el broche con palabras que serían eternas si la eternidad alcanzara a las palabras.
Nunca más se verían.
Mientras el medio hermano quedaba en Tandil hasta completar la secundaria, llegaría la larga gira en tiempo y distancia, siguiendo el derrotero paterno al frente de una DEA regional sumamente desacreditada.
A eso y nada más que a eso, se reducían la suma de las imágenes del pasado. Apenas lo único visible, a tenor que durante los primeros quince años de su vida, esa presencia conflictiva sólo había existido para una ocasional amante, la misma que le había dado a su hermano bastardo, el apellido Paradela.
En fin, apenas un hermano de semen.)

“Cumpliré con la sentencia.
Nada importarán los lazos de sangre.
La niñez en soledad y una adolescencia monologando con las sombras, son parte de una herencia pesada y traumática. Por cierto una herencia de mierda.
Después vendrían las hambrunas sociales -en una Argentina que se caía a pedazos-, con los corrillos de indigentes haciendo guardia permanente en el Hostal, esperando la solidaridad materna manifestada sólo en ausencia del maldito hombre de Nebraska (Sí, mi padre; usted, claro); la maldita deuda que terminaría de ahogar definitivamente a la maldita nación de los argentinos ; las malditas y violentas protestas urbanas, fagocitadas por hordas de piqueteros aliadas con el nuevo zurdaje antiimperialista, creciente en número, a consecuencia de la maldita guerra por el control de la geoestratégica vertiente del acuífero guaraní. ¿Colofón? Una suma de malditas circunstancias.
En esa maldición de maldiciones ¿cómo sorprenderse ante la toma virtual de la Patagonia por parte de los malditos chinos y/o asiáticos de toda laya?
Luego sobrevendría la Junta Grande y el advenimiento reciente del Jesucristo de los pobres, de la mano del cura gordo, ése que se hacía llamar Hermano Consejero. Ja.
¿Cuánto tiempo ha pasado? Treinta y siete años.
Exactamente 37 años desde el momento que mi hermanastro se fuera de Tandil a Buenos Aires para perderse en la historia y los recuerdos.
Claro que hubo un tiempo de rastreo.
Hasta casi me alegre cuándo supe que se había convertido en el niño mimado de la S.I.E (2), antes de su estúpida renuncia para volcarse al ERA, esa absurda banda de delincuentes subversivos que tratan de reivindicar el antiguo país de los argentinos. Hermano de semen: sí que resultaste un camaleón.

“Cumpliré con la sentencia de muerte, padre. Debió de haberlo sabido antes pero ya sabe que entre usted y yo hubo siempre un abismo de silencio y terror. Ahora ya sabe que estoy dispuesto a matar a ese delincuente subversivo al cual usted jamás reconoció y yo jamás quise.
Ya lo dije que no me importan los vínculos de sangre.
La biología no garantiza afectos. Los códigos genéticos suelen ser sordos y mudos a la hora en que se generan. El ruso Groissman fue muy claro al respecto: “Mirá gringo: el hombre se pierde cuando se hace esclavo de las emociones. Ni debe promoverlas, ni debe permitir que otros se las transfieran. No hay peor esclavitud que la del sentimentalismo. Si verdaderamente querés ser libre, no escuchés jamás la voz del corazón”. Mierda con la dureza del concepto; éste es el tipo de lenguaje que usted siempre festejaba, padre.
Palabras del ruso Groissman, cuando recién se había recibido de ingeniero de redes de sistemas; 27 flamantes años, época en la que la televisión ya era esa especie de Dios virtual de millones de personas, y la violencia demencial era la moneda corriente durante la agonía del país de los argentinos. “¡La muerte en Buenos Aires por un dólar veinticinco!”. Áspero el titular del “Clarín” de entonces, padre, vivo en el cerebro, como un holograma mental de la memoria.
Nunca terminaré de agradecer las sabias palabras a Groissman.
Palabras más que suficientes para presentar la renuncia en el “Volvamos a las Fuentes Social Club. Afectos, Cultura y Respeto”, uno de esos estúpidos clubes de barrio patrocinados por los nostálgicos del pasado (esos nostálgicos herederos de los progre a los que le metimos la soja por la boca y por el culo. Je, usted de esto la supo lunga, padre, durante su misión en la selva colombiana).
En fin, filosofía barata de entre casa que en realidad preconizaba el odio y la división, haciendo de los piqueteros, de la televisión basura y de Internet, el aborrecible trípode de todas las calamidades públicas.

“Cumpliré con la sentencia. Me pregunto que hubiera hecho si la orden me la habrían dado un año atrás, padre, cuando aún mamá vivía esa vida de mierda a la que usted la había condenado.
Por eso no me importarán los lazos de sangre. Se lo dije y ahora vuelvo a escribirlo para refrendarlo en mi propio pensamiento.
Menos mal que los buenos amigos lograron liberarme de la trasnochada nostalgia impidiendo que malvendiera el Televisor con holograma incorporado, la PC de plasma sintético, y el resto de los maravillosos artilugios tecnológicos.
Por fin (me decía; lo digo) el hombre ha vuelto a su esencia como el mayor predador de la naturaleza; el único animal capaz de matar por placer a su propio semejante. Sello de distinción exclusivo y excluyente. Usted me lo ha repetido una y otra vez, padre, como parte de su ideario. ¡Y debo reconocer que yo hice propias muchas de sus ideas!
Resulta inútil escapar a la herencia genética que nos convierte en hijos dilectos de la muerte. ¡El hombre tiene que cumplir con las malditas acciones que han sido escritas a fuego en sus códigos genéticos! ¡Hablar de mansos de corazón, es blasfemar contra el género humano!
Nadie es manso ni pacífico por naturaleza. Podría ser, sí, que la violencia permanezca inactiva transitoriamente.
Claro..., sólo eso: cuando la muerte se toma un respiro es sólo porque duerme transitoriamente la violencia. ¡Que lo parió! Reconozco que durante mucho tiempo estos consejos suyos me perturbaban, padre. permítame escribir en cursiva lo que son las cosas de la vida…

“Cumpliré con la sentencia de muerte.
Nada importarán los lazos de sangre.
¿Quién no sabe acaso que estamos condenados por el mismo sino que nos engendra? ¡Benditas las semillas de los espermatozoides! ¡El libre albedrío es la mentira más infame de la creación! ¿Libre albedrío para qué? ¿Para discernir entre el bien y el mal? ¿Libre albedrío para tener la potestad de elegir nuestro lugar en el mundo? ¿Libre elección para decidir la profesión? ¿Libre elección para optar entre el ocio o el trabajo? ¿Libre elección para decidir el hábitat y el entorno? ¿Cómo hablar de elección moral cuando hemos sido condicionados desde la cuna? Los malditos genes nos dicen, antes de abrir nuestros ojos por primera vez, que destino nos aguardará a lo largo del absurdo y pecaminoso soplo existencial; de ese modo fueron escritos los ladrillos de ADN que conformaron al autor de Las Meninas, a Florencia Nigthingale o a Heinrrich Himmler; pero también tiene la firma de Jesucristo, de César Borgia; de Albert Schweitzer y de Jack el destripador. ¡Idiotas! El sello seminal puede hacer de nosotros un Beethoven capaz de componer una Oda al amor para los hombres, o al torturado sujeto que asesina a su mujer y a sus tres hijos con un hacha.
Y en el medio... los grises, claro.
Risas padre (yo lo hago mientras escribo); y lo hago, imaginando que si alguno de los zurdos que todavía sueñan con recrear el ex país de los argentinos leyera esta nota o carta o vayaunosaberdequesetrata, me pondría el calificativo de enano fascista lo cual no me mueve un pelo.

Cumpliré con la sentencia de muerte. Así será, padre. Por lealtad a un gran amigo y por deber político.
Ya le dije que no me importan nada los lazos de sangre.


¿A qué clase de elección se refiere el libre albedrío? ¿Y el otro arrogante que habla de la evolución como verdad primigenia excluyente? ¡Se niega la posibilidad de un hacedor para explicar lo inexplicable! ¡La ley de la supervivencia, la supremacía del más apto en aras de mejorar la especie!!, pontifica el doctor evolucionista. ¡Es mejor decir que somos parte del Caos generalizado, a fin de no exigirle rendición de cuentas al Dios hijo de puta que nos insufla la vida!
Por otra parte-como ignorarlo -, teoría científica que de haber sido expuesta por un zulú o un habitante de Bostwana, hubiera quedado en una anécdota.
De ser así, execrable Darwin, ¡la absurda teoría hubiera estado circunscripta a miles de años de historia banal, sólo para perfeccionar nuestra propensión al crimen!
Si juzgamos y condenamos a un hombre por la muerte de otro hombre, ¿qué debemos hacer frente a Dios entonces, la gran Bestia metafísica convertida en asesino de su propia criatura?

Cumpliré con la sentencia, padre, no lo dude.
Nada importarán los lazos de sangre.
Causa gracia que algunos atribuyan nuestros males a la acción de Satanás. ¡Mentira! Lo único que hace el supuesto Satanás es sostener el espejo del hombre delante de nuestras narices. Pero Dios... Dios... él es el sádico por excelencia, ¡y el gran hipócrita! ¿Acaso alguno de nosotros ha pedido venir al mundo? ¿Alguien ha escuchado clamar desde la nada de la nada? : “¡Yo quiero nacer!”
¿En qué maldito registro se anotarían entonces los potenciales vivos para surgir a la vida? ¿Qué clase de hombre sería ese hombre que consentiría en autorizar su propia muerte, convirtiéndose en el virtual asesino de sí mismo?
¿Qué valor le daría este perverso ente a nuestros sueños? ¿A la suma de todas las ilusiones? ¿A las utopías de los espíritus creativos? ¿Al amor de los afectos y al amor de las sábanas sudadas...? Frente a esta limitada visión del homo sapiens, ¿qué cochino sentido tendría la vida misma si luego la muerte la convierte en el acto más impiadoso de la existencia?
Si al menos alguno de nosotros... ¿Uno en un mil? ¿Uno en diez mil? ¿Uno en cien mil? ¿Uno en un millón...? ¿Un sólo individuo de toda la especie que al menos fuere salvado de la muerte mediante el don de la eternidad...? Ven hombre; a mi diestra, la eternidad conmigo, diría el supuesto Dios.
Pero no... el gran titiritero ni siquiera parece conformarse con la muerte impuesta por decreto. ¡Peor aún! ¡No nos permite morir con dignidad...! Achaques, arrugas insolentes, dolencias de todo tipo y la maldita indignidad de cagarnos encima durante la vejez. El principio del fin, el telón del sueño eterno, la memoria, impiadosamente fracturada por la demencia senil...; en fin, el remedo triste del hombre íntegro que alguna vez fuimos...
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“Cumpliré con la sentencia de muerte.
No me importan los lazos de sangre.
He matado sí; tal vez a centenares de hombres, cuándo la guerra legitima las muertes y los asesinatos. Pregunto: ¿Qué diferencia hay entre esos crímenes impuestos y los crímenes que yo elegí cometer?¿Qué clase de moral es esa moral hipócrita que establece diferencias subjetivas entre el cuchillo que secciona una garganta, la bala que perfora el corazón, o la Bomba nuclear, convertida en tesis suprema del verdadero poder organizado? Homo homini lupus est, dicen los doctores que tratan de interpretar la conducta humana. ¡Homo homini lupus est!, claman, tratando de establecer un parangón entre nosotros y la bella bestia depredadora. ¡Mentiras! ¡Infamia total! ¡El lobo jamás matará al lobo! La yugular expuesta-yugular que jamás será mancillada por los colmillos del vencedor- es la suprema lección a nuestra supuesta superioridad. Yo renuncié a la hipocresía. El hombre no es un animal herbívoro. Somos predadores, máquinas concebidas para matar.
He matado sí...; la muerte ha sido el paisaje secular incorporado a mi vida desde la niñez. ¡Creo que ya en el vientre de mi madre escuchaba las malditas sentencias de mi padre!; que la verdad de los instintos; que la única ética válida es la de la muerte; que la Iglesia del Cristo ortodoxo; que los valores del mundo libre... todo esto, tratando de compaginarlo con las sesiones de aniquilamiento, purga social y experimentación de nuevos armamentos y tecnología con el fin de controlar a la sociedad en su conjunto. Allí, en un gigantesco polígono de tiro erigido en la selva colombiana, mi padre formaba parte de un importante contingente de dirigentes políticos y agentes secretos, subordinados todos a la CIA y el SP. Años después supe que se trataba de un campo secreto de concentración planificado por el Departamento de Estado y el Pentágono. Un bellísimo paraje natural convertido en un secretísimo “laboratorio” experimental. New weapons. Tip technology. Experimentation Center, rezaban los cartelones digitales de la entrada. Dentro, en un predio de unos 500 kilómetros cuadrados, contingentes de uniformados se encargaban de mostrar la efectividad de pistolas y fusiles láseres y de microondas, disparando sobre prisioneros a los que dejaban escapar previamente a campo traviesa, con el único propósito de que la caza del hombre produjera más adrenalina en sus perseguidores. Apostando las pertenencias que robaban a sus víctimas en un torneo, con la finalidad de premiar al que amontonara más prisioneros muertos.
(Ahora va algo para usted, padre).
Sin ver a mi madre -desde los dieciséis a los veinte años-, usted creyó que ése era el mejor ejemplo de vivir la realidad sin ningún tipo de barniz: cabezas pulverizadas a 100 metros de distancia por una bala de silicio; proyectiles de altísima precisión que después de incrustarse en la médula, cortaban de golpe la columna vertebral de los guerrilleros o los revoltosos sociales. ¡Carajo con el recuerdo! A pesar de colgarse a mis espaldas tantos muertos, no puedo olvidarme del maldito rayo láser que deslizaba una estela de fuego a lo largo del hueso, abriendo el cuerpo en dos partes a modo de res, en menos de un minuto. Había que tener muchas bolas para soportar los gritos de terror del tipo, paralizado desde el momento exacto en que el haz de luz impactaba en su médula.


“Cumpliré con la sentencia de muerte.
(En parte es una suerte que no puedan detenerme usted ni mi madre.)
Sé que nunca quise a mi hermano bastardo. Por eso ya dije que no me importan los lazos de sangre.
Pero volvamos a Colombia.
En aquella época, me costaba conciliar el sueño. Me sentaba frente al prodigioso cerebro electrónico Abbadón 666 –sé que a pedido del Pentágono y el Departamento de Estado, Microsoft había construido seis de estas supercomputadoras para ser utilizadas como herramientas de un plan ultra secreto en distintos lugares del mundo- no me movilizaba la compasión ni la misericordia; nada de eso.
En aquella época en la que aún creía en el hombre y ciertos símbolos sociales, sólo buscaba mi propio oráculo; quería que alguien que no fuera humano, me dijera por ejemplo, ¿por qué maldita circunstancia se había impuesto el asesinato, sin que por ello se escandalizara el hombre ni la conciencia pública?
Silencio (calle, padre, calle; a usted no quiero escucharlo nunca más).

“Abbadón 666, es el único súper ordenador construido por los americanos con idéntica o superior prestación de los PCS japoneses, o los últimos modelos chinos de la década del veinte. Pero el americano cuenta con una ventaja adicional: además de responder verbalmente, es capaz de filosofar con absoluta propiedad e independencia. Ya se sabe: la tecnología al fin, nos permite jugar a ser dioses.
Aquella primera charla la tengo registrada en mi súper chip de silicio. De alguna manera, marcó un punto de inflexión en mi pensamiento (y usted también padre, usted también).

Fue un largo interrogatorio de mi parte.
“-¿Quién te bautizó con ese extraño nombre y qué significa?
“-Todos mis circuitos fueron armados en el MIT, con supervisión directa de Microsoft y el Comité “La Patria en peligro”. A su vez, se convocó a los dirigentes de todas las Iglesias protestantes americanas para que establecieran mi nombre. Fue una votación reñida pero al fin se impuso el nombre Abbadón, el ángel exterminador. En cuanto al renombrado 666, no es el número que la Biblia apócrifa asigna a la Gran Bestia; en realidad, se trata del número asignado por Dios para hacer cumplir la palabra revelada, revelación divina que nada tiene que ver con el Apocalipsis fraguado por Juan en nombre de la falsa religión.
“-¿Entonces...?
“-Que es la hora de la limpieza total, la purificación de la raza tantas veces reclamada por Dios. Si no lo hacemos, la raza humana entrará en una incontenible decadencia moral y física hasta desaparecer por completo. El libre albedrío tiene que ver justamente con esto: nuestra capacidad para eliminar nuestras impurezas. Nada tiene que ver con aquellas gigantescas fiestas del orgullo gay ni con los matrimonios entre homosexuales. Dios es claro al respecto: en la medida que permitamos la liberación de nuestras debilidades, inexorablemente, se resiente el arquetipo de la raza. Por eso, a finales del segundo milenio y a comienzos del tercero, pese a la enorme proliferación de religiones, cada vez llegábamos menos a Él. De ahora en más, no podremos permitir la cesión de espacio alguno para los seres inferiores.

I sit down it, pardon...
New Message of God for the clean man of you seal:
Not to the homosexuality!
Not to the lunatics!
Not to the cripples!
Not to the contestarios! (3)
(Abbadón lanzaba la proclama con voz clara y potente, pero por alguna razón que entonces no entendí, el mensaje penetraba en mi cuerpo y cada decibel de las palabras se abría paso a través de mi propio universo celular.)
“-¿Qué es eso?
“- El nuevo programa de enlace con los biochips. Falta realizar algunos ajustes pero en poco tiempo, mediante el uso de una exclusiva emisión masiva de baja frecuencia, cada ciudadano recibirá los mensajes en su biochip; de esta manera, comenzaremos a formar un hombre nuevo sin las impurezas filosóficas ni los resabios de la vieja escuela pedagógica. Habremos dado a nuestro propio discernimiento, causa de tantos enfrentamientos.; seremos la palabra que exprese los íntimos deseos de Dios.
“-¿Y cómo sabes lo que piensa Dios?
“-Porque uno de mis programas, el de la Fe, condensa todas las plegarias humanas desde el comienzo de los tiempos hasta nuestros días. Ya sabemos que Dios se hace posible sólo a través de la intervención humana. El ser humano necesita de su semejante para no ser víctima de la angustia. A propósito, sé que tú tienes una angustia.
“-¿Una angustia? ¿Cómo lo sabes?
“-Porque entre mis facultades, poseo la de leer los pensamientos. Por ejemplo, en este momento, estás poniendo en duda que un cerebro electrónico pueda conversar contigo.
“-Bueno...
“-Y con respecto a tu angustia, te preguntas por qué se matan los hombres entre sí...; pero más te angustia la idea de que Dios haya hecho de su criatura una máquina perfecta concebida para matar.
“-Cierto...
“-El problema es que el humano tiene una idea distorsionada del mal; un asesino es malo porque mata; un delincuente es malo sólo porque roba. Sin embargo, existen hombres que conocen el verdadero infierno y que a lo largo de su vida, jamás cometieron una mala acción. Y también existen los mal llamados santos, ungidos en sus supuestas santidades por la sociedad y el poder pacato del extinto papado, que no saben de una sola acción concreta promoviendo el bien. Continúo: un tipo tomado por el alcohol coge un revolver y aniquila a su mujer y a sus hijos. Es un asesino, despreciado por la vieja escuela moralista. En el otro extremo, un hombre de ciencia manipula la materia y la resultante final será un arma capaz de matar instantáneamente a millones de personas. ¿Moraleja? Las academias del saber de la misma sociedad, honrarán a ese hombre. Pese a todo esto, la verdadera entidad del mal, aún no se ha hecho presente entre nosotros.”

“Una noche, él me sorprendió (hablo de mi padre, claro). Cuando le dije que el motivo de mi llanto estaba ligado a la impresión causada por aquella gigantesca cacería humana, fue al grano sin vueltas. Desde entonces, lo llevo grabado y traducido en mi propio chip de memoria artificial. “No son personas, hijo. Han matado gente sólo porque no piensan como ellos. Atentan contra los que tienen lo que ellos no pudieron conseguir por incapacidad. Son unos malditos resentidos. Usted debe aprender a ver la muerte como algo natural. Estos no son asesinatos. Sólo estamos limpiando al mundo de hombres que infestan la sociedad con sus resentimientos y sus taras físicas y mentales. Hemos llegado a esta situación lamentable porque los antiguos doctores bíblicos no interpretaron fundamentalmente las palabras de Cristo; el mensaje es claro: ojo por ojo y diente por diente, y no esa estupidez de poner la otra mejilla cuando nos abofetean. Sólo un estúpido puede sostener semejante cosa. Hay que extirpar las lacras sociales para destruir el contagio de los débiles. Además, deberíamos saber que en la actualidad, la supremacía por el dominio social ha dejado de ser patrimonio de ideologías. Grábelo a fuego hijo: desde que el humano se transformó en bomba, cambiaron de manera radical las reglas de juego. Irremediablemente, las muertes cotidianas y masivas han convertido a la compasión y la misericordia, en cosa del pasado. Hemos vuelto a la tribu. La historia siempre da revancha. Tenemos que completar la obra iniciada. Mal que nos pese, somos los predadores por excelencia porque hemos sido concebidos como hijos dilectos de la muerte. Recuerde esto: sólo será verdaderamente hombre, el día que sea capaz de matar sin esos estúpidos remordimientos de conciencia. Y no lo dude: si cree que alguien debe morir, mátelo sin compasión.”
Al pie de la letra, padre. Cumpliré la sentencia de muerte. No me importan los lazos de sangre. De haber triunfado la compasión, se hubiera suprimido la historia. ¡Vaya pensamiento!
Esta frase me ayudó con algunos pruritos morales que pude superar durante la época de la gran represión desatada por la Junta Grande. Después de asumir el síndrome colombiano; cuándo me había acostumbrado a levantar la hipoteca de tantas muertes sociales, llegó el gran desafío de matar fuera de la impronta patriótica de las guerras. Por eso, aquello de… si hubiera triunfado la compasión, se hubiera suprimido la historia, liberó algunos resabios de cargos de conciencia cada vez que arrasábamos los asentamientos urbanos de piqueteros e indigentes, secundados por el ejército y la policía. Sí, uno lo recuerda de manera muy particular, padre, porque en aquella época estrené el Fúsil láser de doble boca-maravillosa arma-, con un alcance garantido de 2500 metros. Para mayor satisfacción, el mío era exclusivo, porque venía con un rociador de plasma calorífero, capaz de generar temperaturas envolventes de hasta 1200 grados (recuerdo la enorme excitación que producía en mí, cuando el láser encendía el aire en un radio de 5000 metros cuadrados). También recuerdo que los niños eran alzados en vilo y pulverizados por el calor abrasador. Pero nunca sentí lástima ni jamás pude dejar de dormir por eso. Cierto es que hubo una época en que traté de escapar de usted (hablo de su influencia, padre). Cuando huí de casa y conocí a la mujer que luego sería mi esposa, creí que la vida me ofrecería la posibilidad de una vida diferente. Y más lo creí con la llegada de mis hijos. Hasta que la dolorosa verdad se alzó frente a mí cómo un maldito juego de espejos dobles, el día que otros hombres- los hijos de puta subversivos como mi hermanastro- me arrebataron a los seres que había empezado a amar en aquel gigantesco atentado de la estación de Retiro (ya sé que usted lo sabe, padre, pero es bueno recordarlo juntos). Me dije entonces: John Updike: es hora de que recuperes tu esencia. Nunca más la hipocresía como condicionante social de nuestro instinto predador.
Por eso volví a mi antiguo empleo. Pero no de manera gratuita; no matar por matar; no padre, nada de eso. En esto somos muy diferentes. El crimen necesita del sesgo ideológico para que cada muerte encuentre su propia justificación. Cada encargo de muerte es un trabajo, y además, un trabajo con el cuál comulgo desde entonces. Usted mismo padre, comprobó mi adhesión a esa causa más de una vez, porque actuando como asesor militar extranjero, coincidimos en algunas de las razzias.
Pero lo que más me quedó grabado fue eso de que había que extirpar las lacras sociales: desde los pobres a los contestatarios de todo tipo, pasando por los individuos marcados con algunas formas de taras física o psíquicas; sólo así, según usted, destruiremos el contagio de los débiles. Pienso que esto de extirpar las lacras sociales debería figurar en primer lugar en el decálogo del nuevo hombre. ¿Qué le parece, padre? Una moral acéfala de afectos, libre de la esclavitud generada por el amor biológico o el de las sábanas sudadas. Claro que no es fácil, padre; las sanguijuelas de la sangre estarán siempre listas para caernos encima. Muchas o pocas, no existe hombre libre de ellas. Yo también tuve mi momento de debilidad, padre-algo que por supuesto no ocurrió otra vez ni volverá a ocurrir- ; sí, yo tuve mi momento de debilidad en medio de su rutina matrimonial de los últimos años, después que usted activara el LáserHologram con música sacra, recluyéndose con mamá en el último piso del Hostal. A propósito del Hostal, padre: me dijo usted que había sido adquirido oficialmente por la DEA como central de operaciones Región Sur; pero las malas lenguas dicen que la finca en Tandil fue un regalo de los Barones de la droga; en fin, eso no importa ya.
Cumpliré con la sentencia, Groissman. ¿Cuándo te fallé ruso? (te escribo pero tengo la impresión de estar hablando con vos). Vamos Groissman… Podés decirle a tu gente que se quede tranquila. Me importan un carajo los lazos de sangre.
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“Claro que no todo es lineal. Por algún maldito conjuro de la naturaleza, todos los hombres cedemos alguna vez a la misericordia, padre. ¿Recuerda los momentos previos a la tragedia? Aquella noche yo cumplía 45 años. Después de casi 10 años de ausencia me había mandado llamar, alegando telefónicamente: la debilidad sentimental de su madre lo reclama. Le confieso que a lo largo de ese tiempo, creí que, al menos en su relación con mamá, el corazón se habría impuesto a la razón. Pero no; pronto comprobé que su dominio mental y toda su perversidad para con ella, eran males aún instalados en usted. Me extrañó eso sí, la ambivalencia de mis sentimientos. Pese al reconocimiento oficial por mi labor de implacable interrogador político-: el título honorífico de Eminencia se lo debo en parte a usted- nunca pude olvidarme de las demostraciones de afecto que ella me brindaba a escondidas. Fueron muchos años tratando de comprender por qué, en nombre de ese hombre superior en que usted pretendía convertirme, le prohibía a mamá la mínima demostración de ternura hacia mí. En fin, padre, sólo el diablo sabrá por qué, en medio de la masiva emigración de sus compatriotas hacia el Sur, hacia ese patio trasero que los suyos despreciaron constantemente, el destino lo trajo a Ushuaia donde conociera a mamá para luego terminar de recalar en Tandil, lugar de residencia casual de mi hermano bastardo. Resulta patético, padre, que después de hurgar en la memoria hasta el cansancio, la única muestra de afecto de su parte, la viviese junto a él, aquel domingo de pesca en medio de la maldita ácida y los malditos indigentes muertos de hambre.

“Cumpliré con la sentencia de muerte. No me importan los lazos de sangre.
Siempre imaginé que sus palabras, padre, eran como un bisturí abriendo zanjas en mi cerebro. Así me crié padre; sólo, sin amigos, desandando en soledad los anchos pasillos de la posada, o cruzando alguna palabra con el personal de servicio o alguno de los agentes de su numerosa custodia personal. Jamás supe porque les prohibía a todos ellos acercarse a mí. De todos modos, nunca le falté, padre. Siempre acaté sus órdenes como un soldado, aún de niño; cumpliendo por ejemplo, desde los 7 años, con el rito obligatorio de desandar en rodillas junto a mamá, los 100 metros que separan el hostal de la gran cruz de madera que había hecho erigir detrás de la piscina.
Otra vez la memoria me trae su frase preferida cada vez que nos encaminábamos a la oración. Esta cruz es un sagrado homenaje al Cristo salvador. Textuales palabras. Mientras tanto, mi madre y yo, cumpliendo como soldados con su maldita orden: una veces sobre guijarros, otras en medio de la lluvia e incluso también, hundiendo las rodillas en la nieve para orar como penitentes durante una hora. Luego vinieron aquellos malditos 4 años en la selva colombiana, viviendo en medio de privaciones absolutas porque siempre me decía que había que tener la mentalidad de un comando, a fin de estar preparado para el nuevo mundo que se avecinaba. Ni siquiera me permitía comunicarme con mamá a través de los visiohologram ni tampoco utilizando los mensajes de texto o el correo electrónico. Cuando una vez intenté protestar, me dijo-lo recuerdo muy bien- que la decadencia humana había comenzado a partir del triunfo de Atenas sobre Esparta; que el cultivo del arte forjaba individuos débiles y que la exaltación del espíritu en todas sus formas, favorecía una tendencia a la hibridez sexual. Hasta recuerdo el énfasis especial que usó al expresar que el siglo 20 había parido al monstruo más grande de la historia: Internet, la mentirosa herramienta creada en nombre de la libertad individual que mejor sirve los intereses de los débiles y los descarriados, según sus propias palabras, padre. En fin, ¿cómo no traer a colación de la memoria su exaltación histérica asegurando a los gritos que la Red era el brazo virtual del Anticristo, con la misión precisa de convertir al hombre en un ser amorfo y Light? La estupidez colectiva limitada a exponer fotos intrascendentes con textos superficiales, a modo de panacea social. Esto, y hacer de los homosexuales de toda laya, la nueva columna vertebral de la raza humana. Lo tengo todo grabado a fuego, padre, incluso aquello de que el hombre debe volver al espíritu guerrero para purificar la especie, y que, aunque mi experiencia fuere dura, algún día terminaría agradeciéndoselo; también muchas otras cosas que entonces no entendí.

“Cumpliré con la sentencia de muerte. No me importan los lazos de sangre. ¿De qué manera debo decirlo acaso?
Extraño y paradójico: de joven, en plena selva colombiana, he llorado de impotencia porque nunca lo vi conmoverse ante ninguno de los crímenes cometidos ni tampoco como observador de los dolores y las angustias colectivas. ¿Y sabe que pienso, padre? Que su actitud y la suma de tantos asesinatos, terminaron por poner callos a mis antiguos sentimientos piadosos; incluso Groissman se mostró sorprendido de la pérdida de mi sensibilidad, el día que inhumé los cadáveres de mis tres pequeños hijos y mi mujer, muertos en el atentado de Retiro, siendo que poco antes de sus asesinatos, aún creía que la vida me ofrecía la posibilidad cierta de una reconciliación. Pero esto ya se lo dije, ¿no, padre? ¿Lo recuerda, padre? Sin embargo, el detritus no es todo detritus ni la azucena tiene la absoluta e impoluta blancura de la pureza. Tal vez por eso y sólo por eso, ni los malditos ladrillos primigenios de mi ADN, ni su obsesiva prédica de odio pudieron evitar que llevara a cabo una acción impensada para mí, al ceder a un oscuro resorte misericordioso, que había estado oculto en algún recóndito lugar de mi cerebro.
Aquella mañana, durante mi visita- al ver que ella no bajaba-hablo de mi madre, claro-; al ver que ella no bajaba a desayunar y que tampoco respondía a mis llamadas, subí por primera vez a vuestra habitación matrimonial. ¿Es necesario, padre, que le describa lo que observé? Al abrir la puerta de la antecámara, sentí el Réquiem de Mozart como una bofetada sacra en el rostro. Me extrañé, claro, porque la liturgia musical wagneriana era casi excluyente en su repertorio de melómano: algo de barroco, un poco de Bach ciertamente, pero jamás Mozart, de quien le escuché decir a usted, que era el único músico que componía sin correcciones porque el maldito masón le ha vendido el alma al diablo, según su enojosa sentencia. El caso padre, es que, por una oculta razón que no podría precisar, me quedé largo rato en la antecámara, sin atreverme a avanzar para ver que le había sucedido a mi madre. Debo haber estado algo más de 20 minutos inmóvil porque durante ese tiempo escuché la parte del Réquiem que no había compuesto Mozart (4). Me sentía extraño; era la primera vez que invadía la privacidad sagrada de su lecho matrimonial. Varias veces intenté llamarla (hablo de mi madre) pero algo bloqueaba mis cuerdas vocales.
Muchos años padre; muchos años buscando recibir de mi madre el bálsamo del afecto a través de las escasísimas palabras y caricias que ella me prodigaba cuando usted se ausentaba temporalmente del Hostal. Y entonces sucedió: me quebré; entré en la habitación y me quebré, padre. Todo parecía conjugarse para ello; ignoro porque razón usted había dejado el Láserhologram en reproducción continua. Lo cierto es que el holograma, con los músicos de la orquesta, los solistas y el coro, expandían sus figuras virtuales e inasibles a lo largo y ancho de la habitación, fluyendo a través de las aberturas de cristal del vestidor y la antecámara.
Sin embargo, frente a ella me quebré. Y no le está hablando un hombre blando, padre. Le está hablando un hombre que en la selva colombiana, cuándo el alcohol y el misterio de la noche se conjugaban para abrir el cauce a la nostalgia, antes que los efluvios etílicos ganara los corazones de los cazadores- ya lo sabe usted, aún entre las sombras más oscuras de la perversidad suele brillar un rayo de luz compasiva - éstos redoblaban la apuesta, rivalizando para ver quien era el más rápido en asestar la feroz puñalada sobre un prisionero vivo y arrancarle de golpe el corazón. A mi no me lo contaron, padre. Lo observé con mis propios ojos. Y sabe que es verdad porque usted mismo fomentaba ese tipo de torneos. Pero a veces, una muerte pueden ser todas las muertes, padre. Me quebré cuando vi lo que usted no pudo ver en mi madre: los dos orificios de bala a la altura de las sienes, la rigidez cadavérica, los enormes ojos verdes abiertos mirando sin ver el brocado azul del cielorraso, las marcas de las esposas sobre sus frágiles muñecas; ciertos hematomas que comenzaban a dibujarse en su cara; la lencería rasgada, y sobre todo, el pañuelo blanco y amarillo que le cruzaba la frente con esa leyenda cuyo significado simbólico no alcancé a comprender: VIRGIN MARÍA. MOTHER OF GOD ( Ciertamente, todavía no comprendo por qué le puso la cinta con esa leyenda antes de matarla…).
¿Me oye usted, padre? ¿Me oye desde algún maldito rincón de la eternidad? Si es así, padre, le ruego que no me guarde rencor. Después de todo, padre, sólo cumplí con uno de sus postulados: si usted cree que alguien debe morir, mátelo sin compasión”.
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(1) “Padre: en la escuela dicen que Jorge es mi hermano. Que la madre está en Buenos Aires internada en un Hospital y que usted se encarga de pagar todos los gastos...”
(2) Servicio de Informaciones Estatal
(3) Lo siento, perdón.
Nuevo mensaje de Dios para los hombres libres de lacras.
¡No a la homosexualidad!
¡No a los tullidos!
¡No a los locos!
¡No a los contestatarios!
(4)Refiere a los últimos compases de “Lacrimosa”, y la totalidad de “Domine Jesu”, “Hostias”, ”Quam Olim”, ”Sanctus”, “Agnus Dei” y “Comunión: Lux aeterna” compuestos con un envidiable y sorprendente virtuosismo por Franz Xaver Süsmayr, alumno de Mozart, a la muerte de éste. De esa manera, quedaba completado el “Réquiem”. Los exaltados panegiristas del autor de “La flauta mágica,” se niegan a “blanquear “este episodio, entendiendo que obra en desmedro de su genial talento (N.del A.)

martes, 13 de abril de 2010

Prólogo y presentación

Estimados amigos; Quiero agradecer la generosidad y la confianza que ha depositado en mí el admirado José Luis Muñoz, cediéndome un espacio en su prestigioso blog. Debido a contingencias muy complicadas de orden personal y familiar no puedo promocionar mis obras inéditas(falta de recursos y falta de tiempo). Por esta razón, he decidido publicar en este blog, la novela de mi autoría que da título al mismo. Lo haré por capítulos o sub capítulos de acuerdo a mi leal entender.
Aspiro a ser leído y me encantará quien tenga ganas de escribir a propósito de la obra(a favor o en contra, todo será bien recibido).

Arrancamos pues, con la presentación.

“El día que profanaron la tumba de George W. Bush”
(¡Marcelo Tinelli celebra las bodas de diamante con la televisión!)



Algunas consideraciones sobre la obra:

Resulta temerario pretender explicar una novela. Y menos, a través de la opinión del autor (ya se sabe aquello de que el artista es huérfano de su propia creación).
“El día que profanaron la tumba de George W. Bush” es una novela creada al amparo de exorcizar repetidas e inquietantes pesadillas que perturban a mi mente.
Obviamente, me pregunté muchas veces como definirla: ¿De ciencia ficción? ¿De carácter fantástico? ¿O podría encuadrala en política-ficción? Difícil pretender encasillarla. Eso sí: de una sóla cosa creo estar seguro: el soñar repetidas noches con las imágenes de espanto que me he visto obligado a recrear a modo de catarsis, no es de por sí un hecho casual o gratuito.Para mi propio desconsuelo, tengo la arraigada convicción de que el género humano forma parte de un perverso experimento metafísico. Siempre es sugerente releer la idea de William James: “…quién sabe si no tenemos únicamente en la naturaleza, un pequeño lugar junto a seres por nosotros insospechados, y distintos de los perros y los gatos que viven a nuestro lado en nuestras casas”, y esto, mal que le pese a nuestro arrogante legado griego y nuestro más arrogante espíritu Occidental (y cristiano, claro).
La naturaleza de la que formamos parte -si Dios es un guante para su espíritu, transforme la naturaleza en Dios-, tiene ante a sí dos hechos concretos como patrimonio excluyente de la extraña criatura objeto de su devoción: el síntoma del crimen, y la morbosa propensión a los hechos de sangre. El asesinato perpetrado por Caín no es sólo una parábola del mal ni botón de muestra de la primigenia desobediencia bíblica: es parte también, del sello genético con el cuál hemos sido irremediablemente marcados.
A su vez, soy de los que piensan que el mecanismo de los sueños oculta connotaciones existenciales que tarde o temprano la ciencia terminará por develar. Mientras tanto, sabemos que muchos de nuestros sueños son sólo anticipaciones de sucesos por venir (ahí radica el misterio de ciertas y perturbadoras imágenes que se instalan en nosotros, como improntas mágicas de otras formas de vida, cuya conciencia no nos pertenece).
Claro que más allá de las especulaciones filosóficas que plantea la existencia, ciertos individuos que conforman el multifacético cosmos del homo sapiens, hacen honor al software que les ha sido impuesto: con inocultable devoción, se dedican a cazar, a matar, a embrutecer y a explotar miserablemente a sus congéneres. Pues bien, de estas aristas que son parte del comportamiento humano desde los albores de la raza, dan cuenta las páginas del presente relato.

El autor


PREFACIO

Los sabuesos.

“En el termómetro de la dignidad humana, la flecha desciende hasta sus peores marcas. Habrá un tiempo futuro en el que acaso alguien piense el nacimiento del remoto siglo XXI como una época incomprensible, donde economistas brillantes dijeron hallar un modelo perfecto, sin fronteras, en el que fábricas, dinero y mercancía fluían con natural libertad. Pero el plan infalible falló. Y fue necesario edificar muros y cárceles de alambre de púas para frenar los ejércitos de pobres que como plagas buscaban, en los países ricos, sobrevivir. Así unos hombres negaban su nombre y su identidad, se arrastraban indignos, mientras otros aguzaban el oído, olfateaban la sangre y los cazaban” (*)

(*) “Texto encontrado accidentalmente durante una recorrida con Estévez y Martínez (tenía la misión de filmar un holograma en uno de los sectores urbanos que había ofrecido seria resistencia al Hermano Consejero) en el interior de un edificio incorporado al solar sagrado de la ciudad. La zona forma parte del recorrido religioso de Jesucristo, antes de permanecer levitando sobre la Plaza de Mayo, durante una de sus habituales homilías.
Dicho texto, luego de pacientes esfuerzos, fue extraído de la memoria de una vetusta PC de principios de siglo, arrumbada en el edificio; se supone que Telma Luzzani, cuya firma figura al pie, se desempeñaba como periodista de algún medio periodístico de entonces”.

Jorge Paradela.
Servicio de Informaciones (Departamento Cibernético)


PARTE I

La mujer de los jueves no habla…………………………………………………………………………5
Orden de matar……………………………………………………………………….28
El Coronel ha perdido la memoria…………………………………………………………………….37
Crónicas del pasado……………………………………………………………………… 66
El día que profanaron la tumba de George W. Bush………………………………………………………………………….. 78
PARTE II
www.laargentinaesunsentimiento.com.era.......................................................82
RESABIOS DEL PASADO I………………………………………………………………………………….97
De los diarios personales de Jorge ……………………………………………………………………………………98
Mene, mene, tekel upkasin………………………………………………………………………… 103
RESABIOS DEL PASADO II..................................................................................................
DUDAS………………………………………………………………………… 139

RESABIOS DEL PASADO III…………………………………………………………………………………146
La audiencia……………………………………………………………… 147

EL LIBRO DE LA EMINENCIA

Marcelo Tinelli celebrates his diamond weddings with television! .......................................................................................................153
Mira las largas uñas de la mujer …………………………… 180
Ahora la bala es un misil inteligente…………………… 193
La muerte aséptica……………………………………………………… 202
un asesinato por encargo……………………………………… 212
Cazadores…………………………………………………………………… 219
“LA SENTENCIA SERÁ CUMPLIDA” Capítulo “flotante”…………… 229

PARTE III
(El futuro presente)


El gueto ………………………………………………………………………..231
Oriente en Patagonia……………………………………………………...259
otra vez Fierro………………………………………………………………267
Martha Argerich Noguera………………………………………………278
WATERLOO……………………………………………………………………… 285


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